jueves, 29 de octubre de 2015

Mi respuesta a Pedro Salinas



Existen mequetrefes que como las bolas de un juego de pinball van golpeando de un lado a otro para ir acumulando puntos que den algún sentido a sus vidas. Son esos eternos aspirantes a la movilidad social. Permanentes compradores de la lotería de la vida, siempre con el huachito en la mano y con el número equivocado. Siempre listos al braguetazo. Son capaces de vender sus principios, si alguna vez los tuvieron, a cambio de un momento de fama. Seres sin Dios ni Patria.
Son estos mediocres como la zorra de la fábula los que se pasan la vida condenando todo aquello que está fuera de su alcance. Incapaces de amar a la patria con determinación, detestan toda forma de nacionalismo o expresión de patriotismo. Negados para sentir y al menos figurarse la trascendencia, reniegan de la fe. Siempre esta posición “librepensadora” les granjeará algunas simpatías.

Es el caso del procesador de textos Pedro Salinas. Que en su loca carrera por un minuto de fama acaba de publicar un libraco más que engrosará su prontuario literario. Se trata de “Mitad monjes, mitad soldados”, en que denuncia las violaciones sexuales y vejámenes que habría cometido el fundador del Sodalicio Luis Fernando Figari, con algunos jóvenes de la institución.
En anterior artículo en La Abeja, “Acerca del Sodalicio”, argumenté que no había que caer en generalizaciones, y que si Figari era culpable pague sus culpas, cosa que reitero, nada más despreciable que los abusadores sexuales, pero también digo que no generalicemos manchando a una institución que hace una obra importante y menos aún generalicemos echando al mismo saco a toda la Iglesia.
Fundamentaba mis opiniones haciendo un recuento de algunos aspectos positivos del Sodalicio que pude mencionar de primera mano, pues en los años ochenta fui parte de las Agrupaciones Marianas.
Ese artículo ha merecido las destempladas iras de Salinas, quien con su verborrea de caviar bruto y achorado me llama bufón, figureti, huachafo, energúmeno, chacal, anodino, ridículo, estúpido, cretino, inescrupuloso, fanático, vil y abyecto. Es bueno que este bellaco, que se define como liberal de derecha, pero que no es más que un homúnculo descerebrado al servicio de la caviarada, sepa que sus insultos me caen como premios. Nada para mí sería más detestable que coincidir en algo con este oportunista.
Pero vamos a ver si su respuesta resiste el más mínimo análisis. Primero se queja de que haya llamado a su obra “libraco sensacionalista”. De qué otra manera se puede llamar a un libro lanzado y presentado de esa forma. Habiendo leído “Mateo Diez” su otra obra cumbre y ya conociendo sus limitaciones y carencias.
Habla mucho del valor los “testimonios”, pero el de Santiago, parece un calco de parte de la obra de Eco “El péndulo de Foucault” cuando habla de los templarios y la serpiente Kundalini.
Luego dice que nunca fui sodálite, cosa que yo también digo en mi artículo, no fue esa mi vocación, participé de las Agrupaciones Marianas, pero luego añade que me recuerda de aquellos tiempos. Y también yo lo recuerdo. No precisamente por brillante o inteligente.
En la parte final de su texto publicado en La Mula (nada más oportuno para él), me llama cobarde por no mencionarlo por su nombre en mi artículo y hablar de un periodista con “escaso cacumen”. Pero obvio que me refiero a él. ¿Acaso hay otro con su nivel de pigmeo mental protagonizando esta campaña? Mención aparte merece que su blog en La Mula se llame “La voz a ti debida” como el libro del gran poeta español y homónimo suyo. ¿Puede haber algo más huachafo que esta identificación por el simple hecho estadístico de ser homónimo de un grande? Cuántas carencias habrá de cubrir así en la soledad de su existencia.
Termina su vómito negro insultando y maltratando a una persona intachable, honesta y entrañable, digna del aprecio de todos y que siempre actúa con buena fe como Alfredo Maturo. Por el simple hecho de haber discrepado con sus métodos en un modesto comentario de Facebook y haber cuestionado el nivel de su investigación. Así se siente de intocable este majadero. Aupado como pasajero del tren caviar no admite críticas ni disidencias. Así son estos “tolerantes” de utilería.
Por mi parte, no me molesta ni me sorprende. Dejo en claro que será la única y última vez que responda a Salinas sus vilezas y sus insultos. Por mi parte mantengo y reitero mi posición. No es buena la generalización. No hagamos el juego a los enemigos de la Iglesia que aprovechan estas lamentables circunstancias particulares y con nombre y apellido, para tratar de meter a todos al mismo saco.
Ver:

Acerca del Sodalicio


 Mucho se ha especulado en estos días sobre el Sodalicio de Vida Cristiana y los supuestos casos de abuso sexual por parte de su fundador Luis Fernando Figari. Según se ha sabido hay denuncias en proceso de investigación y él no es más el Superior General del mencionado movimiento.
De resultar ciertas las acusaciones Figari tendrá que pagar sus culpas con todo el rigor de la ley humana y Divina. Nada más grave que escandalizar y perturbar a menores, más aún cuando existe un grado de subordinación o dependencia.
Sin embargo asistimos por adelantado a un linchamiento mediático inaceptable. La publicación de un libraco sensacionalista ha desatado las iras moralistas de la izquierda caviar y vemos como los “tolerantes” de siempre, se convierten de súbito en Savonarolas criollos y ven sodomía por todas partes.
Debo decir a modo de testimonio personal, que durante aproximadamente un lustro de mi vida, allá por los años ochenta participé activamente del Sodalicio como lo que en aquellos tiempos se llamaba las Agrupaciones Marianas. Durante todo ese tiempo, lo puedo decir bajo juramento, no vi nada fuera de lugar, no vi ningún acto de violencia ni ninguna aproximación de índole sexual de nadie abusando de su autoridad.
Durante esos años recibí una formación moral y religiosa que agradeceré siempre, aprendí a amar y confiar ciegamente en la Madre de Dios, aprendí a tener una fe razonada y no emocional, hice grandes amigos que conservo hasta hoy y de cuya amistad me puedo jactar, viví momentos de gran intensidad emocional, participé de grandes jornadas, estuve en el equipo de las primeras Cristiadas, vi nacer el Convivio, fui parte del surgimiento de un gran movimiento católico en las universidades, hice retiros espirituales muy fructíferos, labores sociales y humanitarias que hasta ahora treinta años después me conmueven. En toda esta labor solo encontré sacerdotes ejemplares, laicos entregados a la vida eclesial y un ambiente de confraternidad y verdadera amistad. Que es la amistad que se basa en la fe común. Si volviera a tener 18 años, sin duda, volvería a tocar las puertas de esa gran obra de Dios.
Debo también decir que desde aquellos años no he vuelto a ser parte de la vida del Sodalicio. No soy ni seré en adelante sodálite. Pero creo en el imperio de la verdad y la verdad siempre es una. Esta ha de salir a la luz tarde o temprano. Por eso me molesta y me duele la generalización que estamos viendo. Me resulta inaceptable que ahora se quiera meter a todos a un saco, incluyendo obras de calidad educativa indudable como las escuelas que regenta el Sodalicio.
Me resulta propio del más elemental bullying descalificar de plano a cientos y miles de jovenes y profesionales que entregan su vida a Cristo y al prójimo a través de esta institución y hoy se sienten acosados, discriminados y perseguidos por una inquisición de signo contrario y que curiosamente la encabeza un periodista de escaso cacúmen y que lejos de buscar la virtud se mofa de ella mientras destruye una obra encomiable.
Si Figari fue capaz de cometer las atrocidades que se dicen, pues que pague sus culpas, pero no digamos: si Figari es un pervertido, los sodálites son pervertidos, para luego decir los católicos son pervertidos. Con esa lógica de silogismo falaz podríamos decir Abimael Guzmán es un homicida, Abimael Guzmán es de izquierda, luego todos los izquierdistas son homicidas. Sabemos que eso no es así.

viernes, 13 de febrero de 2015

¡Kausachum Máximo Damián… wiñaypaq!



Las notas agudas y estremecidas de su violín no volverán a sonar. Máximo Damián, el músico entrañable, que sonaba como las aves, como el agua, como el viento, porque de ellos aprendió las notas musicales, ha muerto.
Se va discreto, humilde como siempre fue. Como aquel niño que llegó de Lucanas a Lima con 20 soles y la angustia del migrante en el corazón.
El folclor peruano enmudece, su violín diáfano, acerado y mágico, que supo del prodigioso encuentro de los danzaq ayacuchanos con los Apus y los puquios, su violín que llegó a esas alturas en que la naturaleza habla al corazón para tomar las notas musicales de ella misma.
Su violín llegó a esos lugares recónditos, desolados, solitarios en que late el Perú mismo. Lugares en que el violín y el arpa europeos se encuentran en la más feliz sintonía con las andinas tijeras buscando respuestas en un eterno desafío. Ahora calla para siempre.
Se fue para siempre el violín que emocionó al taitacha Arguedas en el viejo coliseo de Lima, lugar de encuentro y nostalgia de migrantes, donde surgiría su amistad y admiración mutua, que llevó a Arguedas a dejar indicaciones para dedicarle su obra “El zorro de arriba y el zorro de abajo” publicada póstumamente: “A Emilio Adolfo Westphalen y al violinista Máximo Damián Huamaní, de San Diego de Ishua les dedico, temeroso, este lisiado y desigual relato”. Diría en entre las instrucciones que dejó en carta a su editor en Buenos Aires.
En otras instrucciones póstumas pidió que Máximo Damián toque en su entierro. Y así lo hizo, con lágrimas en los ojos.
Pero se fue, ya no está más y murió en la sala de emergencias del Hospital Rebagiatti, por que no “había camas” disponibles, para él, ante la indiferencia del Ministerio de Cultura, en una gestión que sin duda no comprende, porque no puede, al Perú y su fisonomía espiritual.


sábado, 24 de enero de 2015

Algunas precisiones en torno al Concurso de Marinera Norteña de Trujillo



Asistimos  este fin de semana a una gran fiesta, un movimiento popular y folclórico que como ninguno atraviesa por igual y sin distinción todas las clases sociales. Se trata del multitudinario Concurso de Marinera Norteña de Trujillo organizado por el Club Libertad.
Los participantes llegan de todo el Perú y de muchas partes del mundo donde luego de un proceso de selección complicadísimo acceden al olimpo de la Marinera Norteña.
La Marinera como sabemos tiene su origen en Lima, la vieja Zamacueca, que en el siglo XIX era el baile más popular de Lima y que es descrita con entusiasmo por diversos viajeros y cronistas, cambiará varias veces de nombre antes de ser bautizada en forma definitiva por Abelardo Gamarra como Marinera, en homenaje y recuerdo de la heroicidad de nuestra Marina en la Guerra del Pacífico.
Es esa expresión folclórica limeña la que viaja por todo el Perú y en cada lugar va tomando características propias de la idiosincrasia local y transformándose. Surgen así la marinera arequipeña, la ayacuchana, la puneña y entre otras muchas versiones y en forma muy tardía la marinera norteña.
Es por ese motivo que se dice que la Marinera es nuestro baile nacional, por su presencia en todo el país y la forma en que se ha adaptado a cada lugar.
Con estos antecedentes es propio señalar que el magnífico concurso que nos encandila cada enero desde Trujillo y cuya transmisión televisiva por el canal del estado alcanza picos impresionantes de rating, debiera llamarse Concurso de Marinera Norteña y no como se llama Concurso Nacional de Marinera.
Otro tema polémico, consolidado a partir del Concurso,  es por qué se ha hecho regla general el uso obligatorio del sombrero en el hombre y la también obligatoria presencia de la mujer descalza. Ni uno ni otro tendría por qué ser así. Cuando se observa fotografías de los primeros concursos en Trujillo hace ya más de medio siglo, se ve a las mujeres con zapatos y traje de calle y a los hombres sin sombrero. Sin duda que los puristas de lo nuevo, los fundamentalistas de folletín pondrán el grito en el cielo ante estas “atrevidas” afirmaciones.
Está claro que también el Concurso es un gran negocio para las academias y que ellas son las responsables de muchos de los desaguisados que podemos observar. Como la tendencia a convertir un hermoso baile de pareja, de gran sensualidad, en una muestra cada vez más arbitraria de maromas y acrobacias, en las que la pareja es casi lo último, pues vemos como los hombres buscan el lucimiento, cosa antes impensable y bailan por su lado mientras las mujeres, también por su lado, se entregan  a una vorágine de vueltas y contra vueltas y a una loca carrera de requiebros y falsas sonrisas.
Mención aparte merece el malhadado concurso de coreografías. En primer lugar siendo la Marinera un baile de pareja, mal se hace en convertirlo en un pasacalle o en una coreografía masiva.
Esto sin embargo, deviene en secundario cuando apreciamos muchas veces con vergüenza ajena lo que las escuelas y academias presentan en esta parte del concurso. Hemos visto, soldados, policías, caballos de cartón, monjas, curas, a la dama de Cao, pescadores, niños y abuelos en las más desenfrenadas coreografías y los más disparatados vestuarios que en la mayoría de los casos son lo más lejano a una verdadera marinera. Esto por no decir nada de la pobreza literaria de los textos que se teatralizan, haciendo de esta parte algo de nivel escolar e indigno de una movilización nacional como la que el concurso de Marinera Norteña de Trujillo implica.
Es menester dar marcha atrás. Eliminar esta parte del concurso, que además a juzgar por las graderías vacías que siempre le sirven de marco tampoco es del gusto de las mayorías.




jueves, 27 de noviembre de 2014

El Folclor y su falsa evolución

Distorsiones en la Marinera Norteña

La concepción del folclor como algo vivo admite que en el devenir del tiempo este vaya incorporando algunos elementos y también evolucionando en algunos aspectos. Sin embargo el criterio de esta “evolución” no puede ni debe ser el comercial, ni el simplemente estético.
El folclor abarca las tradiciones, formas de actuar y conocimiento popular que compone a la identidad de una comunidad, tiene que ver con el modo de ser de un pueblo. Lo que lo identifica como unidad de tradición y destino.
Cuando hablamos de folclor en relación a la danza, nos referimos al hecho cultural mismo de la práctica de esa danza en su contexto cultural y toponímico. Cuando la llevamos a un escenario automáticamente deja de ser folclor en su estado puro y se convierte en la proyección estética del mismo. Por ejemplo una danza agrícola que se ejecuta para determinada cosecha en alguna parte de la serranía del Perú, cuando es ejecutada en un escenario de Lima. Ya pasó por el tamiz del coreógrafo, se le hizo un montaje para ser apreciada en un escenario, etc. Ya no es folclor en el sentido estricto del término sino proyección.
La Marinera es el baile nacional del Perú, esto debido a que se le baila en todo el país con características e influencias de cada lugar, así es que tenemos la Marinera Limeña, que es la original y que viajando por el Perú va adaptándose a cada lugar y dando inicio a la Marinera Arequipeña, a la Puneña, la Ayacuchana y también a la Norteña. Siendo esta última también notablemente influenciada por el Tondero.
Lo cierto es que la Marinera Norteña, debido a la espectacularidad de su ejecución ha ido creciendo y ganando gran cantidad de adeptos. La popularidad la ha llevado a que se baile en muchas partes del mundo, a tener un gran concurso en Trujillo que es esperado con ansias por multitudes.
Lamentablemente esa popularidad la ha convertido también en un gran negocio y es así, que su evolución no responde a hechos culturales y folclóricos en el buen sentido de la evolución, sino que responde a criterios estéticos, a presiones del escenario, cuando no al mero lucro.
La Marinera es un baile de pareja, de coqueteo, de seducción. La Marinera es un baile en que ha de lucir la mujer y el hombre ser un complemento. El papel del hombre ha de ser de seducción pero discreto en la ejecución del baile, la protagonista es la mujer, es la que debe brillar y lucir. En los últimos tiempos venimos viendo a ejecutantes masculinos que disputan el protagonismo a las mujeres, con un baile lleno de acrobacias, cabriolas y mohines impropios del buen bailarín de marinera
Siendo un baile de pareja nunca debe ejecutarse masivamente en coreografías y sincronizadas, porque se mata la espontaneidad y la sensualidad que debe tener. Los movimientos sincronizados y las coreografías no son recomendables en bailes de pareja. Obviamente tampoco es propio bailar con un caballo o cualquier otro tipo de animal.
Lo más lamentable es cuando esa creatividad desbocada nos lleva a buscar el aplauso fácil destruyendo la esencia misma del baile, es decir su condición de baile de pareja. Esto llega a su máxima distorsión cuando se ve bailando por ejemplo hombres solos. Es el caso de un reciente invento llamado Zapateo Trujillano, especie de contrapunto en que bailarines hombres ejecutan zapateos de Marinera Norteña solos y en contrapunto, acompañados de un cajón. Lamentablemente su espectacularidad llama al aplauso cómodo de un público ávido de tradición y que sin saberlo rubrica con sus vítores el deceso de una gran tradición y la destrucción del folclor.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La Fiesta de la Candelaria patrimonio inmaterial de Puno y el Perú y la estéril pretensión boliviana de negarlo

“...el desfile de las danzas puneñas en las calles y Plaza de Armas de Puno fue el espectáculo más impresionante y cargado de significado que vi nunca...”
José María Arguedas 

Puno espera febrero todo el año. Los vecinos de los diversos barrios unidos en cofradías y asociaciones  han ahorrado sol a sol para estrenar nuevos trajes en su fiesta mayor. Los artesanos y bordadores trabajan sin descanso dando los últimos toques a las máscaras y trajes que por miles tomarán las calles para danzar ante la mamita Candelaria.
Los ensayos dan la nota festiva durante varias semanas cuando por las noches van juntándose las comparsas en los barrios, obviamente que divididas en partes ya que algunas de ellas están conformadas por 1500 o 2000 danzarines y la música y las danzas altiplánicas hacen vibrar a las familias que ya sueñan con la fiesta,  con las visitas, con los parientes y amigos que vendrán desde lejos para disfrutar de los potajes de su imponente gastronomía y bailar ahí, en las aturas de Puno, cerquita al cielo, ante nada menos que la mismísima Madre de Dios.
Las bandas de músicos también ensayan y el sonido armonioso de las morenadas o la fuerza de una diablada viajan por los aires llevando sus festivas tonadas por toda la ciudad que ya se apresta a celebra como Dios manda. Pronto serán miles y miles  los músicos que unan sus acordes en interminables jornadas de fiesta, jolgorio y también devoción. 
Los Sikuris con su fuerza milenaria y las danzas nativas con sus instrumentos ancestrales son el otro lado de la fiesta, el mismo arraigo telúrico que estremeció tan definitiva y profundamente a Arguedas.
Según el Texto de la Convención para la Salvanguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, se entiende como   “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.
La definición es clarísima. Quién podría dudar que tan arraigada fiesta que desde hace tantos años cada febrero convierte Puno en el epicentro de la cultura tradicional de América,  es patrimonio inmaterial de Puno y el Perú.
Más aún cuando el expediente presentado a UNESCO no se refiere a las danzas sino al hecho cultural de la fiesta íntegra, los usos y costumbres que la rodean, las tradiciones que la integran.
Bolivia reclama en un gesto insólito la propiedad de algunas de las danzas y señala que el Perú no se puede solicitar la condición de Patrimonio Inmaterial de la fiesta de la Candelaria porque se ejecutan esas danzas. 
Olvidan en ese acto nuestro origen común. Olvidan que bien vistas las cosas ellos recién empiezan a formar una identidad diferente a la nuestra cuando en 1826 el megalómano Bolívar, que tanto daño nos hizo, firma en Lima un decreto reconociendo la independencia del Alto Perú. Olvidan que algunos de los más antiguos trajes de diablada que se conservan en Oruro tienen bordado el escudo Peruano. Olvidan que el Altiplano es uno, la Nación Aymara es una y su cultura es común a Bolivia, Puno y parte de Chile.  
El Perú grande y generoso no olvida nada de eso y sabe que compartimos un patrimonio, pero también sabe que la fiesta de la Candelaria, la más grande manifestación patrimonial de cultura tradicional de esta parte del mundo es puneña y peruana. Condición que estamos seguros que UNESCO también reconoce.

miércoles, 8 de octubre de 2014

MIGUEL GRAU: El deber cumplido más allá de la muerte






UNO

Un beso, un abrazo a cada hijo, las últimas recomendaciones a doña Dolores, su amada esposa; seguramente una sonrisa un tanto forzada para reducir la tirantez del momento, y besos y mimos otra vez. Así debe haber sido esa triste mañana en que don Miguel, el querido Miguel Grau, dejó su casa de la calle de Lescano para no volver jamás.
Así es el destino trágico de los héroes. Así son las despedidas del que sabe que va a una muerte segura.
Sin duda que mientras cruzaba el zaguán de la vieja casona, recordaba su infancia en Piura, cuando a los nueve años se embarcó por primera vez para convertirse en hombre, en hombre de mar, para mayores señas. También es posible que haya recordado mientras partía a entregar su vida por la patria su primer naufragio cuando también era apenas un niño. Así es y será la vida en el mar.
Sus últimas visiones de Lima se habrán entremezclado con los recuerdos de su boda en la iglesia del Sagrario, si, ahí mismo, en la Plaza de Armas, con la amada Dolores. Luego el nacimiento de sus diez hijos; ¡son tantos recuerdos!...
Al pasar por la Merced se habrá santiguado, como buen cristiano. Ese sin duda no fue un gesto mecánico, fue un acto consciente, de vuelta en sí, de profunda convicción; y entonces habrá recordado su última confesión con el Padre Gual , el mismo que le obsequió la imagen de Santa Rosa de Lima que lo habrá de acompañar hasta el último día de su vida en el camarote del Huáscar.
Cerrados los ojos habrá aspirado por última vez el aroma de las huertas de Lima y habrá recordado - porque el olfato está asociado a la memoria- los membrillos, el almizcle, el clavo de olor, las mieles y la mistura que daban olor a las casas de Lima, de esa Lima que ahora dejaba atrás y que más adelante será incendiada y saqueada con odio y sin clemencia por un enemigo siniestro y protervo. Pero para entonces el ya habrá muerto, ya habrá entregado su vida en el Huáscar. Pero Lima como se sabe es más que toda la miseria humana y habrá de sobrevivir para ser por siempre Lima.
Lento avanzaba el carruaje, mientras  a lo lejos don Miguel ve por última vez las Torres de San Francisco, de Santo Domingo, de la Catedral y escucha  como un triste adiós el tañer de las campanas  y habrá recordado que dice el catecismo, que cuando suenan las campanas, en el cielo cantan los ángeles.


DOS
Qué ideas habrán pasado por la mente del gran Miguel Grau aquella madrugada del 8 de octubre de 1879, cuando llegando a Antofagasta eran las tres y media de la mañana y avistó “tres humos” en el horizonte, señal inequívoca de la presencia de naves enemigas.
Dio la orden de girar al este y luego al norte, la Unión y el Huáscar navegaban juntos.
Qué sentimientos se habrán agolpado entonces en su noble corazón cuando vio al norte otros “tres humos” y supo que estaban rodeados. Cuántas ideas e imágenes habrán poblado su mente de estratega cuando ordenó al Unión escabullirse para salvar al menos una nave y disponerse en la pequeñez de su querido monitor a iniciar desigual combate.
Ya lo había advertido en Lima antes de partir: “Señores, es preciso que no nos formemos ilusiones; el Huáscar es sin duda un buque muy fuerte, pero nunca podrá contrarrestar el poder de uno solo de los blindados chilenos, pues estos tienen una coraza uniforme de nueve pulgadas y seis cañones de igual calibre que los del Huáscar (…) A pesar de todo el Huáscar cumplirá con su deber, aun cuando tenga la seguridad de su sacrificio”.
La fría brisa sureña habrá besado sus mejillas cuando ordenó abrir fuego contra el blindado chileno Cochrane, fue la última decisión de su vida, eran las 9.25 horas y transcurrieron 15 minutos hasta que una descarga chilena hizo volar en pedazos su cuerpo.
Cuesta imaginar la soledad del héroe esa fría mañana. Cuesta imaginar su sentir. Cuál es en definitiva el sentimiento del que va como él, sereno, impasible, gigantesco ante la muerte y finalmente entrega todo por la patria.
Fueron los quince minutos más trágicos de la historia nacional, cuando ya Grau sabiéndose perdido continuó el combate. ¿Cómo habrán sonado sus órdenes heroicas en aquel momento? Su voz se habrá hecho una con el estruendo del combate y el rugir de las aguas de su mar. Porque el Pacífico Sur es el Mar de Grau. Siempre lo será, desde Tumbes hasta Tarapacá.
Fueron quince minutos eternos, como eterna es su gloria. Como eterna es la deuda del Perú con él.