martes, 29 de abril de 2014

La falta de autoridad y el abandono del patrimonio

En la calle de la Piedra (Cuadra. 3 del Jirón Callao) se levanta la imponente Casa de Barbieri. De dos pisos, hermosa portada y amplios balcones. El Zaguán conduce a un primer patio de azulejos sevillanos. Posee unas rejas que son únicas en Lima. Seis enormes maceteros de fierro forjado lo adornan.

El Salón Principal posee dos enormes puertas que al abrirse muestran un altar de la Virgen y lo convierten en un oratorio.

Por la derecha un largo corredor conduce al segundo patio, más pequeño, como era tradicional en las casas coloniales limeñas, en él también lucen los azulejos y una pileta al centro. Luego viene el área de servicio y un tercer patio.

La casa tiene una personalidad tan limeña que conmueve. Siempre la tuve en mi recorrido obligatorio al recibir a alguien del extranjero. Visitar la casa Riva Agüero, la casa Oquendo o de Osambela, Torre Tagle, la casa de Pilatos y la casa de Barbieri daba una idea muy completa de lo que fue la tradicional arquitectura limeña.

Existen otras muestras, pero el acceso es más difícil. Para visitar la casa de Barbieri bastaba con tocar la puerta y siempre había un guardián muy servicial, más aún cuando recibía una propina para mostrar la casa.

La casa de Barbieri en su mejor momento hace más de una década fue ocupada por el Patronato de Lima, luego abrió sus puertas para la desaparecida Bienal de Lima, hasta que finalmente se le vio siempre cerrada e inaccesible.

Lamentablemente otra vez ha abierto sus puertas, pero del modo más infame y protervo, su propietario la ha lotizado y alquilado por espacios. El hermoso zaguán se ha separado de la casa con una tabiquería miserable y ahí, a un metro de la vereda se ha colocado maquinaria de imprenta. Los materiales se cargan y descargan ahí, en medio de la vía pública. Por una puerta accesoria que permanece entre abierta se puede acceder al patio, el cual es la peor muestra de incuria e indolencia. Los viejos maceteros de fierro forjado se han retirado. Se ha improvisado un toldo de retazos de tela y ahí, en el señorial patio se han colocado enormes máquinas con precarias instalaciones eléctricas. Otros ambientes del interior también han sido deshonrados con infraestructuras que debieran estar en una zona industrial. Las sufridas baldosas y los azulejos soportan el peso de máquinas y materiales, las tintas y otros insumos chorrean dejando imborrable testimonio de la desidia y el abandono.


Abordamos al encargado de la casa, le solicitamos información y se mostró reservado, cuando le dijimos que queríamos alquilar un espacio cambió su actitiud. Aunque luego algo sospechó y dijo que ya todo estaba tomado. Luego pensamos en esa frase y es cierta: Todo está tomado.


Otro destino debió correr este monumento, parte de la historia de nuestra querida Lima, muestra de la solera de nuestra capital, que alguna vez fue el centro del continente. ¿De que sirve declarar monumento histórico a un inmueble si los propietarios, por unas indecorosas monedas son capaces de cometer tamaños estropicios? ¿Está el Ministerio de Cultura en capacidad de hacer algo? ¿Tendrán licencia municipal y autorización de Defensa Civil estos talleres? La ineficiente administración municipal de Lima Metropolitana va a concluir su periodo sin hacer nada. Eso es seguro.  La administración caviar tiene otras prioridades.




viernes, 25 de abril de 2014

El dogma gay





Con respecto al tema de la mal llamada unión civil y que no es otra cosa que un matrimonio de homosexuales  encubierto, se han dicho muchas cosas. La progresía ha multiplicado sus esfuerzos, se ha maquillado y ha asumido el tono de voz docto y las actitudes de justicieros indignados para imponernos a la mayoría de peruanos lo que Fernán Altuve ha definido con inteligencia como una discriminación positiva.

Estas líneas no apuntan a dar más argumentos en contra del aberrante proyecto. Al respecto todo está dicho. El debate ya casi no tiene sentido, porque por un lado estamos los que con argumentos doctrinales, jurídicos y filosóficos nos oponemos y por otro los que con sensiblería e intolerancia lo quieren imponer. Nuestra intención es ver desde fuera el debate y su devenir.
En los últimos meses hemos asistido a un linchamiento de cuanto opositor ha tenido el proyecto, hemos visto la vergonzosa claudicación y el cobarde silencio de muchos, hemos visto y leído a cuanto plumífero bien pensante y políticamente correcto existe, argumentar sandeces con enchape científico. Hemos percibido como un importante grupo periodístico se ha desmarcado de la acusación de   “concentración de medios” llenando sus páginas de columnistas anticlericales y radicales de izquierda, dejando de ser el diario familiar y confiable con el que todos crecimos.

Y hemos todos visto como se ha tejido hábilmente la red de la mentira progresista para el descrédito de quienes nos oponemos a este proyecto por aberrante y antijurídico. Es así que de plano, el que se opone es homofóbico. El que razona y da argumentos en contra, habla por odio. El que se ampara en su credo religioso es un fundamentalista. Y ya en el delirio Gonzalo Portocarrero señala que  el centro, el sur y el oriente del país se oponen mayoritariamente al proyecto de marras por la mayor raigambre indígena, que es donde pesa más el tradicionalismo. Este es un argumento que sendero luminoso esgrimía para asesinar a los campesinos que eran intrínsecamente conservadores y retardatarios de la revolución. Otro argumento deplorable es que como vivimos en un país laico la Iglesia no puede opinar. Nada más falso, la Iglesia habla y opina para los que quieran oírla y tiene el derecho de hacerlo.

Lo que realmente enfrentamos es  una corriente internacional que ha hecho de su vida sexual una ideología. Que ha hecho de sus inclinaciones personales e íntimas una tendencia política, que ha hecho de sus destemplanzas un dogma. Una ideología que no pretende imponer el bien común, que ni siquiera tiene en consideración la opinión de las mayorías, que en resumen no es democrática ni respeta a quienes opinan distinto. Son fundamentalmente intolerantes.

Ante este panorama sólo cabe el pesimismo. Tal vez en esta ocasión no lo consigan, pero es cuestión de tiempo. La subversión siempre es paciente. Se agazapa y espera. Mientras va socavando los cimientos, corrompiendo, envenenando, engañando, hasta dar el salto. Estaremos atentos.


martes, 22 de abril de 2014

Los justos y el terror

Albert Camus en su obra “Los justos” aborda el tema del terrorismo. Nos sitúa en 1905 en la Rusia Zarista, en la que el Partido Socialista Revolucionario ha decidido asesinar al Gran Duque Sergio, tío del Zar. Tres terroristas, tres personalidades y tres formas de entender la vida será el telón de fondo sobre el que Camus reflexionará sobre el terrorismo y criterios como justicia, amor, terror, vida y muerte. En el Perú hemos sufrido el terror. Una generación de peruanos fue marcada por esa ideología de odio y su barbarie. Caben algunas reflexiones a partir de los personajes de la ficción de Camus.
Cada uno de los terroristas que presenta justifica su militancia y su accionar desde distinta óptica. Iván Kaliayev dice que ha entrado a la revolución, a la práctica terrorista porque “ama la vida”. Feodorov, señala que él “no ama la vida sino la justicia y que la justicia está por encima de la vida”. Dora Doulebov, la tercera, se define con frialdad: “Nosotros somos los justos. Henos aquí condenados a ser más grandes que nosotros mismos”.
Kaliayev, el que ama la vida, es el designado para tirar la bomba al paso de la carroza del Gran Duque, llegado el momento no se atreve ah hacerlo. Dos niños, los sobrinos del Duque venían con él. Finalmente dos días más tarde el crimen es consumado y Kaliayev llevado a prisión.
La obra está basada en hechos reales y a través de la pluma de Camus es posible adentrarse en la psicología del terrorista, en las motivaciones que pueden impulsar a un hombre a abrazar doctrinas y prácticas terroristas.
A lo largo de la obra se van a presentar y configurar ante nuestros ojos tres tipologías, tres modos de ver el mundo, tres actitudes vitales con relación al terrorismo.
Kaliayev, el primero de los tres, presenta una tipología interesante a la vez que contradictoria, es terrorista porque ama la vida. Entre nosotros no faltan quienes en nombre de la vida se hacen aliados del terror. Ese nunca fue el caso de los que tomaron las armas para destruir el Perú, ellos nunca declararon amar la vida. Es más bien el caso de muchas de nuestras organizaciones de derechos humanos, organizaciones políticas de izquierda y sus representantes, los que lejos de velar por una verdadera y auténtica defensa de la vida, de la persona humana como ser portador de una dignidad, de la vida en si como un don preciado; se convierten en aliados cuando no en defensores de los terroristas. Todo esto por su “amor por la vida”.
La posición de Feodorov define una tipología más acorde con la lógica revolucionaria: la justicia importa más que la vida. Es cierto que para el terrorista muchas cosas valen más que la vida. Lo cierto es que esta tipología también está presente entre nosotros. Es la de amplios sectores de la intelectualidad de izquierda, la del liberalismo progresista, que desde la comodidad del gabinete, desde la seguridad de bibliotecas y universidades, cuando no desde los mismísimos Estados Unidos donde viven a cuerpo de rey de becas y subvenciones, y al calor de un café, hacen gala de su capacidad de comprender “la lucha popular”. Esta es gente aburguesada que nunca tomará un arma. Pero son y fueron valiosos aliados del terror. En su momento fueron de gran utilidad para Sendero Luminoso y el MRTA, Hoy son los tontos útiles del MOVADEF.
Dora Doulebov define la tipología del terrorista, la irracionalidad del senderista. Tipología mesiánica. “… henos aquí condenados a ser más grandes que nosotros mismos…”, se percibe casi un sentido de fatum, de destino trágico, de mito. Es fácil trazar la línea de influencia de Sorel – a través de Mariátegui – en lo que a la mitificación del socialismo respecta y en el lenguaje místico violentista que siempre caracterizó al senderismo.

Lo cierto es que los tres personajes que configuran tres tipologías componen como cristales de un trágico vitral el cuadro dramático del terror y sus aliados.

El sendero de Mariátegui. Apuntes para su desmitificación.

José Carlos Mariátegui, el autodidacta socialista autor de los “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, produjo casi la totalidad de su profusa obra entre 1923 y 1930, es decir a lo largo de los últimos siete años de su vida, teniendo ello un gran mérito si se tiene en cuenta su estado de salud.
Pero, si bien escribió mucho en estos años, no todo en este período es academicismo, pues en octubre de1928 se lanza a la aventura de formar el Partido Obrero y Campesino Socialista del Perú, para cuyo Comité Organizador es elegido como Secretario General.
No tardarán en surgir enconadas luchas internas, que decepcionarán a Mariátegui: de un lado estarán los partidario y de otro los opositores de afiliarse a la Internacional Comunista.
En medio de esta lucha muere Mariátegui en 1930, no sin antes – según Miroshevski – dar la razón a la Internacional Comunista, cuando se refiere al Partido Obrero y Campesino Socialista del Perú como un paso erróneo y peligroso. Es decir, Mariátegui muere desilusionado de la política, luego de su distanciamiento de Haya en 1928 y los insuperables problemas de su naciente partido.
Después de su muerte, la lucha al interior del partido concluirá con su división y la aparición del Partido Comunista, fiel a la Internacional y a las figuras de Lenin y Stalin. Esta será la primera división del comunismo peruano, que llegará hasta la atomización de hoy, en un variopinto archipiélago de mini partidos.
Frente a esto, frente a su temprana muerte, cabe preguntarse por la verdadera posición de Mariátegui. ¿Cómo entendió al Perú? ¿Cuál es su verdadera herencia? ¿Fue finalmente un intelectual o un político? Basadre intenta una respuesta “Su posición no es pues la de un intelectual propiamente dicho (…) La posición de Mariátegui es la de un agitador, está llena de proselitismo. Se sabía siempre a dónde iban a parar sus reflexiones, como en las películas yanquis se sabe que todo termina en boda: es la posición de un hombre de respuestas”.
Este resuelto dogmatismo de Mariátegui es el que lo lleva a marcar sus diferencias irreductiblemente. Ya sea con Víctor Andrés Belaunde defensor del punto de vista  social católico o con Haya de la Torre de quien desde 1928 ya mantiene distancia debido a sus diferencias en cuanto a la concepción del partido, el país y la revolución.
También tendrá diferencias con relación al comunismo internacional, negando la hegemonía del proletariado en la revolución y afirmando en “El alma matinal” que “… una revolución es siempre la obra de una élite, de un equipo, de una falange de hombres heroicos y superiores”.
Todos estos enfrentamientos marcan a Mariátegui, revisando su epistolario es fácil percibir su incomodidad en Lima. En carta a Samuel Glusberg de junio de 1929, señala: “… se apodera de mí con urgencia  el deseo urgente de respirar la atmosfera de un país más libre. Si no me apresuro a satisfacerlo es más que por mi invalidez física, de la que todavía no me he curado en lo posible, por no dar la impresión de que abandono cansado y vencido, mi lucha.”
Siguiendo su epistolario se detecta más sobre su hastío del Perú, de los peruanos y de la política. Quiere irse a Buenos Aires y dedicarse a la literatura. Quiere escribir novela. En diciembre del 29 ya tiene todo preparado para partir, desde su problema económico resuelto por unas publicaciones que le consigue Glusberg, hasta el colegio de sus hijos.
Creemos que a partir de estas definiciones Mariátegui recién establecía su sendero. Un sendero por el que no llegó a transitar.
Su temprana muerte en abril de 1930, nos privó de ver la que sería su interesante evolución abandonando el país y la política para dedicarse a la literatura. Tal vez no sería hoy el ícono de las izquierdas peruanas.
Hacia el final de sus días José Carlos Mariátegui dijo que las vidas eran como flechas y que la suya no había llegado al blanco.
¿Cuál es ese sendero que Mariátegui jamás anduvo? ¿Verdaderamente como creemos dejaría el activismo y el ensayo por la ficción literaria? ¿Cuál sería su inalcanzado blanco? Nos dejó además de estas incertidumbres su prolífica obra.



lunes, 21 de abril de 2014

La nueva derecha y el arte de las definiciones

En términos ideológicos hace tiempo que el Perú marcha a la deriva. La deriva de la indefinición, del desorden, la indiferencia y el relativismo. Y este es el terreno más fértil para las izquierdas. Por ello urge sentar las bases del surgimiento de una nueva derecha. Derecha en el sentido tradicional del término. Una derecha pensante, con fundamento, no sólo definida por la negación de los desvaríos de la izquierda, sino que aporte ideológicamente al debate.
Hay que superar aquel viejo cliché que pretende identificar a la derecha con el capital, con la explotación y el mantenimiento de un statu quo de injusticia. Muy por el contrario, la nueva derecha del siglo XXI debe, con sólidas bases en un pensamiento tradicional, ser la que defienda valores y principios trascendentes e irrenunciables, como la vida, la libertad y la dignidad de las personas. Una derecha que defienda a la  persona y la familia como sustento y base de la sociedad, el bien común como fin último de la política y el estado y la propiedad, entendida esta como una prolongación de la libertad.
La lucha se ha de dar en todos los frentes pero fundamentalmente en el ideológico. Hay que repensar el Perú desde la sana doctrina.
En las últimas décadas hemos asistido pasivamente a un fenómeno que llamaremos de subversión semántica, el cual ha consistido en vaciar las definiciones o las palabras de su verdadero significado y darles otro. De manera que en el tiempo la gente empieza a creer que sigue un concepto o principio  y en la práctica está siguiendo el contrario. La neolengua orweliana se queda corta ante este atropello de los políticamente correctos (léase izquierdistas), que no contentos con haber pretendido convertirse en dueños de la ética, de lo correcto, de la cultura, ahora nos quieren imponer un lenguaje.
Es así que bajo la etiqueta de dignidad o de derecho humano, se esconden muchos principios que en la práctica degradan al ser humano o precisamente le secuestran su dignidad. Hay casos muy evidentes como cuando se habla de interrupción del embarazo para no decir aborto, o de luchadores sociales o guerrilleros para no decir terroristas, o matrimonio igualitario para no decir matrimonio entre homosexuales. Un caso lamentable es el de la llamada Teología de la Liberación. En que muchas personas de buena fe siguen las banderas del marxismo mientras creen seguir a Cristo.
Es en este terreno en que debemos librar una primera batalla llamando a las cosas por su nombre. Dejando de lado los maquillajes revolucionarios. Uno de los cimientos de la nueva derecha debe ser la verdad. Introducir en la política el arte de las definiciones. Así, serán firmes los pasos. Así la gente sabrá que elegir. Hablemos con la verdad, que la verdad nos hará libres.