En la calle de la Piedra (Cuadra. 3 del Jirón Callao) se
levanta la imponente Casa de Barbieri. De dos pisos, hermosa portada y amplios
balcones. El Zaguán conduce a un primer patio de azulejos sevillanos. Posee
unas rejas que son únicas en Lima. Seis enormes maceteros de fierro forjado lo
adornan.
El Salón Principal posee dos enormes puertas que al abrirse
muestran un altar de la Virgen y lo convierten en un oratorio.
Por la derecha un largo corredor conduce al segundo patio,
más pequeño, como era tradicional en las casas coloniales limeñas, en él
también lucen los azulejos y una pileta al centro. Luego viene el área de
servicio y un tercer patio.
La casa tiene una personalidad tan limeña que conmueve.
Siempre la tuve en mi recorrido obligatorio al recibir a alguien del
extranjero. Visitar la casa Riva Agüero, la casa Oquendo o de Osambela, Torre
Tagle, la casa de Pilatos y la casa de Barbieri daba una idea muy completa de
lo que fue la tradicional arquitectura limeña.
Existen otras muestras, pero el acceso es más difícil. Para
visitar la casa de Barbieri bastaba con tocar la puerta y siempre había un
guardián muy servicial, más aún cuando recibía una propina para mostrar la
casa.
La casa de Barbieri en su mejor momento hace más de una
década fue ocupada por el Patronato de Lima, luego abrió sus puertas para la
desaparecida Bienal de Lima, hasta que finalmente se le vio siempre cerrada e
inaccesible.
Lamentablemente otra vez ha abierto sus puertas, pero del
modo más infame y protervo, su propietario la ha lotizado y alquilado por
espacios. El hermoso zaguán se ha separado de la casa con una tabiquería
miserable y ahí, a un metro de la vereda se ha colocado maquinaria de imprenta.
Los materiales se cargan y descargan ahí, en medio de la vía pública. Por una
puerta accesoria que permanece entre abierta se puede acceder al patio, el cual
es la peor muestra de incuria e indolencia. Los viejos maceteros de fierro
forjado se han retirado. Se ha improvisado un toldo de retazos de tela y ahí,
en el señorial patio se han colocado enormes máquinas con precarias
instalaciones eléctricas. Otros ambientes del interior también han sido
deshonrados con infraestructuras que debieran estar en una zona industrial. Las
sufridas baldosas y los azulejos soportan el peso de máquinas y materiales, las
tintas y otros insumos chorrean dejando imborrable testimonio de la desidia y
el abandono.
Abordamos al encargado de la casa, le solicitamos
información y se mostró reservado, cuando le dijimos que queríamos alquilar un
espacio cambió su actitiud. Aunque luego algo sospechó y dijo que ya todo
estaba tomado. Luego pensamos en esa frase y es cierta: Todo está tomado.
Otro destino debió correr este monumento, parte de la
historia de nuestra querida Lima, muestra de la solera de nuestra capital, que
alguna vez fue el centro del continente. ¿De que sirve declarar monumento
histórico a un inmueble si los propietarios, por unas indecorosas monedas son
capaces de cometer tamaños estropicios? ¿Está el Ministerio de Cultura
en capacidad de hacer algo? ¿Tendrán licencia municipal y autorización de
Defensa Civil estos talleres? La ineficiente administración municipal de Lima Metropolitana va a concluir su periodo sin hacer nada. Eso es seguro. La administración caviar tiene otras prioridades.