Existen mequetrefes que como las bolas de un juego de pinball van golpeando de un lado a otro para ir acumulando puntos que den algún sentido a sus vidas. Son esos eternos aspirantes a la movilidad social. Permanentes compradores de la lotería de la vida, siempre con el huachito en la mano y con el número equivocado. Siempre listos al braguetazo. Son capaces de vender sus principios, si alguna vez los tuvieron, a cambio de un momento de fama. Seres sin Dios ni Patria.
Son estos mediocres como la zorra de la fábula los que se pasan la vida condenando todo aquello que está fuera de su alcance. Incapaces de amar a la patria con determinación, detestan toda forma de nacionalismo o expresión de patriotismo. Negados para sentir y al menos figurarse la trascendencia, reniegan de la fe. Siempre esta posición “librepensadora” les granjeará algunas simpatías.
Es el caso del procesador de textos Pedro Salinas. Que en su loca carrera por un minuto de fama acaba de publicar un libraco más que engrosará su prontuario literario. Se trata de “Mitad monjes, mitad soldados”, en que denuncia las violaciones sexuales y vejámenes que habría cometido el fundador del Sodalicio Luis Fernando Figari, con algunos jóvenes de la institución.
En anterior artículo en La Abeja, “Acerca del Sodalicio”, argumenté que no había que caer en generalizaciones, y que si Figari era culpable pague sus culpas, cosa que reitero, nada más despreciable que los abusadores sexuales, pero también digo que no generalicemos manchando a una institución que hace una obra importante y menos aún generalicemos echando al mismo saco a toda la Iglesia.
Fundamentaba mis opiniones haciendo un recuento de algunos aspectos positivos del Sodalicio que pude mencionar de primera mano, pues en los años ochenta fui parte de las Agrupaciones Marianas.
Ese artículo ha merecido las destempladas iras de Salinas, quien con su verborrea de caviar bruto y achorado me llama bufón, figureti, huachafo, energúmeno, chacal, anodino, ridículo, estúpido, cretino, inescrupuloso, fanático, vil y abyecto. Es bueno que este bellaco, que se define como liberal de derecha, pero que no es más que un homúnculo descerebrado al servicio de la caviarada, sepa que sus insultos me caen como premios. Nada para mí sería más detestable que coincidir en algo con este oportunista.
Pero vamos a ver si su respuesta resiste el más mínimo análisis. Primero se queja de que haya llamado a su obra “libraco sensacionalista”. De qué otra manera se puede llamar a un libro lanzado y presentado de esa forma. Habiendo leído “Mateo Diez” su otra obra cumbre y ya conociendo sus limitaciones y carencias.
Habla mucho del valor los “testimonios”, pero el de Santiago, parece un calco de parte de la obra de Eco “El péndulo de Foucault” cuando habla de los templarios y la serpiente Kundalini.
Luego dice que nunca fui sodálite, cosa que yo también digo en mi artículo, no fue esa mi vocación, participé de las Agrupaciones Marianas, pero luego añade que me recuerda de aquellos tiempos. Y también yo lo recuerdo. No precisamente por brillante o inteligente.
En la parte final de su texto publicado en La Mula (nada más oportuno para él), me llama cobarde por no mencionarlo por su nombre en mi artículo y hablar de un periodista con “escaso cacumen”. Pero obvio que me refiero a él. ¿Acaso hay otro con su nivel de pigmeo mental protagonizando esta campaña? Mención aparte merece que su blog en La Mula se llame “La voz a ti debida” como el libro del gran poeta español y homónimo suyo. ¿Puede haber algo más huachafo que esta identificación por el simple hecho estadístico de ser homónimo de un grande? Cuántas carencias habrá de cubrir así en la soledad de su existencia.
Termina su vómito negro insultando y maltratando a una persona intachable, honesta y entrañable, digna del aprecio de todos y que siempre actúa con buena fe como Alfredo Maturo. Por el simple hecho de haber discrepado con sus métodos en un modesto comentario de Facebook y haber cuestionado el nivel de su investigación. Así se siente de intocable este majadero. Aupado como pasajero del tren caviar no admite críticas ni disidencias. Así son estos “tolerantes” de utilería.
Por mi parte, no me molesta ni me sorprende. Dejo en claro que será la única y última vez que responda a Salinas sus vilezas y sus insultos. Por mi parte mantengo y reitero mi posición. No es buena la generalización. No hagamos el juego a los enemigos de la Iglesia que aprovechan estas lamentables circunstancias particulares y con nombre y apellido, para tratar de meter a todos al mismo saco.
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