martes, 7 de octubre de 2014

La Marinera, baile nacional del Perú



Como peruana bandera, 
blanco y rojo, dos pañuelos, 
dicen en airosos vuelos, 
¡Aquí está la marinera…!


Hoy se celebra el día de la Marinera. El baile nacional del Perú. Al respecto cabe mencionar que mucha gente cree que el baile nacional es la Marinera Norteña. Este error es muy difundido, sin embargo cuando hablamos de Marinera hablamos de un baile de pareja que existe en muchas partes del Perú con características propias. El origen de todas las marineras es la Marinera Limeña, que es el baile que se ejecuta ante el Canto de Jarana. Canto de contrapunto e improvisación, que pone a prueba la capacidad y conocimiento de los cantantes.
Sin embargo no siempre se llamó Marinera y al ser hoy su día dedicaremos unas líneas a recordar y precisar sus orígenes.
Durante los siglos XVII y XVIII, Lima se fue convirtiendo en el centro de irradiación cultural del continente. No sólo del Perú. Es así, que las modas, el lenguaje y los bailes adoptados en Lima eran difundidos en las otras posesiones españolas en América.
En este sentido, particularmente importante fue la evolución de la zamacueca, que ya para el siglo XVII estaba muy enraizada en Lima y que luego, fundamentalmente con la soldadesca  independentista, viajó llevando su ritmo y compás dando origen a la zamba en Argentina y la cueca en Bolivia y Chile. En el Perú, evolucionará para convertirse luego de varias mudanzas de nombre en marinera, la danza nacional. La Zamacueca mudo de nombre en Maicito, Zanguaraña,Polca de Cajón, Mozamala, y en el colmo de la generosidad, cuando ya se bailaba en Chile y regresaban de allá algunos aficionados al baile, se le llamó Chilena. Será el gran Abelardo Gamarra “El Tunante”, quien tras la ruina de la guerra del Pacífico, propone llamarle Huascarina, en homenaje al Monitor glorioso en que ofrendó su vida el peruano más grande de la historia, don Miguel Grau. El nombre Huascarina no tuvo pegada. Es así que el propio Tunante propone llamarle Marinera en homenaje a nuestra Marina de Guerra.
La marinera tuvo su origen en Lima y al difundirse por todo el país fue adoptando formas y características propias de cada región. Surgen así las marineras puneña, arequipeña, norteña, ayacuchana, etc.
La zamacueca primero y la marinera después, con su remate de resbalosa, han sido siempre la expresión mayor de la jarana. Eran y son su momento culminante, sobre todo cuando ya de madrugada y con la euforia del buen Pisco en el cuerpo, se bailaban una tras otra, entre palmas y vítores, al fondo de las casas limeñas. En la huerta, en su versión borrascosa, con el cómplice canto de los gallos, que anunciaban el amanecer, pero que también con su aviso daban coraje a los criollos para un último embate. Una arremetida de aquellas que don Ricardo Palma llamaría “la resurrección de la carne”.
Max Radiguet, un joven oficial de la marina francesa, llegó a Lima por primera vez para la Navidad de 1841. Era un agudo observador de las costumbres y la realidad y escribió una serie de artículos sobre su viaje entre 1844 y 1854 que se publicaron en diversas revistas francesas. Luego los amplió, corrigió y acopló para dar forma al libro Souvenirs de l’Amèrique Espagnole. La agudeza y buena prosa de Radiguet convierten a su texto en una de las mejores visiones de la Lima de mediados del siglo XIX.
En las primeras páginas narra su llegada al Perú por el puerto del Callao, donde luego de algunas observaciones, se topa con una jarana en la que se bailaba una resbalosa que lo impresiona:
“Jamás drama coreográfico alguno, había traducido tan enérgicamente los ardores insensatos del amor, como aquel que se ejecutaba bajo nuestros ojos.
(…) La acción tenía por intérpretes un negro y una zamba. El hombre, desnudo hasta la cintura, parecía orgulloso de su busto, donde se seguía el juego de sus músculos a través de una piel oscura y lisa, como esas piedras que la mar rueda hacia la ribera. La mujer llevaba un fustán muy adornado y coloreado de rojo y naranja; ella había dejado caer el chal de lana azul que estorbaba su pantomima, y su camisa sin mangas estaba apenas sujeta en los hombros por el lazo mal anudado de un pasador.
Habíamos llegado al desenlace de una resbalosa; tal nos pareció al menos ser el baile ejecutado. Tuvo lugar una pausa, durante la cual coristas y bailarines pidieron al licor plateado del Pisco, un aumento de energías y nuevas aspiraciones”.
En estas frenéticas jaranas, en Lima, está el origen de la Marinera.


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