Como peruana bandera,blanco y rojo, dos pañuelos,dicen en airosos vuelos,¡Aquí está la marinera…!
Hoy se celebra el día de la Marinera.
El baile nacional del Perú. Al respecto cabe mencionar que mucha gente cree que
el baile nacional es la Marinera Norteña. Este error es muy difundido, sin
embargo cuando hablamos de Marinera hablamos de un baile de pareja que existe
en muchas partes del Perú con características propias. El origen de todas las
marineras es la Marinera Limeña, que es el baile que se ejecuta ante el Canto
de Jarana. Canto de contrapunto e improvisación, que pone a prueba la capacidad
y conocimiento de los cantantes.
Sin embargo no siempre se llamó
Marinera y al ser hoy su día dedicaremos unas líneas a recordar y precisar sus orígenes.
Durante los siglos XVII y XVIII, Lima
se fue convirtiendo en el centro de irradiación cultural del continente. No
sólo del Perú. Es así, que las modas, el lenguaje y los bailes adoptados en
Lima eran difundidos en las otras posesiones españolas en América.
En este sentido, particularmente
importante fue la evolución de la zamacueca, que ya para el siglo XVII estaba
muy enraizada en Lima y que luego, fundamentalmente con la soldadesca independentista, viajó llevando su ritmo y compás
dando origen a la zamba en Argentina y la cueca en Bolivia y Chile. En el Perú,
evolucionará para convertirse luego de varias mudanzas de nombre en marinera,
la danza nacional. La Zamacueca mudo de nombre en Maicito, Zanguaraña,Polca de
Cajón, Mozamala, y en el colmo de la generosidad, cuando ya se bailaba en Chile
y regresaban de allá algunos aficionados al baile, se le llamó Chilena. Será el
gran Abelardo Gamarra “El Tunante”, quien tras la ruina de la guerra del
Pacífico, propone llamarle Huascarina, en homenaje al Monitor glorioso en que
ofrendó su vida el peruano más grande de la historia, don Miguel Grau. El
nombre Huascarina no tuvo pegada. Es así que el propio Tunante propone llamarle
Marinera en homenaje a nuestra Marina de Guerra.
La marinera tuvo su origen en Lima y
al difundirse por todo el país fue adoptando formas y características propias
de cada región. Surgen así las marineras puneña, arequipeña, norteña, ayacuchana,
etc.
La zamacueca primero y la marinera
después, con su remate de resbalosa, han sido siempre la expresión mayor de la
jarana. Eran y son su momento culminante, sobre todo cuando ya de madrugada y
con la euforia del buen Pisco en el cuerpo, se bailaban una tras otra, entre
palmas y vítores, al fondo de las casas limeñas. En la huerta, en su versión
borrascosa, con el cómplice canto de los gallos, que anunciaban el amanecer,
pero que también con su aviso daban coraje a los criollos para un último
embate. Una arremetida de aquellas que don Ricardo Palma llamaría “la
resurrección de la carne”.
Max Radiguet, un joven oficial de la
marina francesa, llegó a Lima por primera vez para la Navidad de 1841. Era un
agudo observador de las costumbres y la realidad y escribió una serie de
artículos sobre su viaje entre 1844 y 1854 que se publicaron en diversas
revistas francesas. Luego los amplió, corrigió y acopló para dar forma al libro
Souvenirs de l’Amèrique Espagnole. La
agudeza y buena prosa de Radiguet convierten a su texto en una de las mejores
visiones de la Lima
de mediados del siglo XIX.
En las primeras páginas narra su
llegada al Perú por el puerto del Callao, donde luego de algunas observaciones,
se topa con una jarana en la que se bailaba una resbalosa que lo impresiona:
“Jamás drama coreográfico alguno,
había traducido tan enérgicamente los ardores insensatos del amor, como aquel
que se ejecutaba bajo nuestros ojos.
(…) La acción tenía por intérpretes un
negro y una zamba. El hombre, desnudo hasta la cintura, parecía orgulloso de su
busto, donde se seguía el juego de sus músculos a través de una piel oscura y
lisa, como esas piedras que la mar rueda hacia la ribera. La mujer llevaba un
fustán muy adornado y coloreado de rojo y naranja; ella había dejado caer el
chal de lana azul que estorbaba su pantomima, y su camisa sin mangas estaba
apenas sujeta en los hombros por el lazo mal anudado de un pasador.
Habíamos llegado al desenlace de una
resbalosa; tal nos pareció al menos ser el baile ejecutado. Tuvo lugar una
pausa, durante la cual coristas y bailarines pidieron al licor plateado del Pisco,
un aumento de energías y nuevas aspiraciones”.
En estas frenéticas jaranas, en Lima,
está el origen de la Marinera.
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