miércoles, 8 de octubre de 2014

MIGUEL GRAU: El deber cumplido más allá de la muerte






UNO

Un beso, un abrazo a cada hijo, las últimas recomendaciones a doña Dolores, su amada esposa; seguramente una sonrisa un tanto forzada para reducir la tirantez del momento, y besos y mimos otra vez. Así debe haber sido esa triste mañana en que don Miguel, el querido Miguel Grau, dejó su casa de la calle de Lescano para no volver jamás.
Así es el destino trágico de los héroes. Así son las despedidas del que sabe que va a una muerte segura.
Sin duda que mientras cruzaba el zaguán de la vieja casona, recordaba su infancia en Piura, cuando a los nueve años se embarcó por primera vez para convertirse en hombre, en hombre de mar, para mayores señas. También es posible que haya recordado mientras partía a entregar su vida por la patria su primer naufragio cuando también era apenas un niño. Así es y será la vida en el mar.
Sus últimas visiones de Lima se habrán entremezclado con los recuerdos de su boda en la iglesia del Sagrario, si, ahí mismo, en la Plaza de Armas, con la amada Dolores. Luego el nacimiento de sus diez hijos; ¡son tantos recuerdos!...
Al pasar por la Merced se habrá santiguado, como buen cristiano. Ese sin duda no fue un gesto mecánico, fue un acto consciente, de vuelta en sí, de profunda convicción; y entonces habrá recordado su última confesión con el Padre Gual , el mismo que le obsequió la imagen de Santa Rosa de Lima que lo habrá de acompañar hasta el último día de su vida en el camarote del Huáscar.
Cerrados los ojos habrá aspirado por última vez el aroma de las huertas de Lima y habrá recordado - porque el olfato está asociado a la memoria- los membrillos, el almizcle, el clavo de olor, las mieles y la mistura que daban olor a las casas de Lima, de esa Lima que ahora dejaba atrás y que más adelante será incendiada y saqueada con odio y sin clemencia por un enemigo siniestro y protervo. Pero para entonces el ya habrá muerto, ya habrá entregado su vida en el Huáscar. Pero Lima como se sabe es más que toda la miseria humana y habrá de sobrevivir para ser por siempre Lima.
Lento avanzaba el carruaje, mientras  a lo lejos don Miguel ve por última vez las Torres de San Francisco, de Santo Domingo, de la Catedral y escucha  como un triste adiós el tañer de las campanas  y habrá recordado que dice el catecismo, que cuando suenan las campanas, en el cielo cantan los ángeles.


DOS
Qué ideas habrán pasado por la mente del gran Miguel Grau aquella madrugada del 8 de octubre de 1879, cuando llegando a Antofagasta eran las tres y media de la mañana y avistó “tres humos” en el horizonte, señal inequívoca de la presencia de naves enemigas.
Dio la orden de girar al este y luego al norte, la Unión y el Huáscar navegaban juntos.
Qué sentimientos se habrán agolpado entonces en su noble corazón cuando vio al norte otros “tres humos” y supo que estaban rodeados. Cuántas ideas e imágenes habrán poblado su mente de estratega cuando ordenó al Unión escabullirse para salvar al menos una nave y disponerse en la pequeñez de su querido monitor a iniciar desigual combate.
Ya lo había advertido en Lima antes de partir: “Señores, es preciso que no nos formemos ilusiones; el Huáscar es sin duda un buque muy fuerte, pero nunca podrá contrarrestar el poder de uno solo de los blindados chilenos, pues estos tienen una coraza uniforme de nueve pulgadas y seis cañones de igual calibre que los del Huáscar (…) A pesar de todo el Huáscar cumplirá con su deber, aun cuando tenga la seguridad de su sacrificio”.
La fría brisa sureña habrá besado sus mejillas cuando ordenó abrir fuego contra el blindado chileno Cochrane, fue la última decisión de su vida, eran las 9.25 horas y transcurrieron 15 minutos hasta que una descarga chilena hizo volar en pedazos su cuerpo.
Cuesta imaginar la soledad del héroe esa fría mañana. Cuesta imaginar su sentir. Cuál es en definitiva el sentimiento del que va como él, sereno, impasible, gigantesco ante la muerte y finalmente entrega todo por la patria.
Fueron los quince minutos más trágicos de la historia nacional, cuando ya Grau sabiéndose perdido continuó el combate. ¿Cómo habrán sonado sus órdenes heroicas en aquel momento? Su voz se habrá hecho una con el estruendo del combate y el rugir de las aguas de su mar. Porque el Pacífico Sur es el Mar de Grau. Siempre lo será, desde Tumbes hasta Tarapacá.
Fueron quince minutos eternos, como eterna es su gloria. Como eterna es la deuda del Perú con él.





martes, 7 de octubre de 2014

La Marinera, baile nacional del Perú



Como peruana bandera, 
blanco y rojo, dos pañuelos, 
dicen en airosos vuelos, 
¡Aquí está la marinera…!


Hoy se celebra el día de la Marinera. El baile nacional del Perú. Al respecto cabe mencionar que mucha gente cree que el baile nacional es la Marinera Norteña. Este error es muy difundido, sin embargo cuando hablamos de Marinera hablamos de un baile de pareja que existe en muchas partes del Perú con características propias. El origen de todas las marineras es la Marinera Limeña, que es el baile que se ejecuta ante el Canto de Jarana. Canto de contrapunto e improvisación, que pone a prueba la capacidad y conocimiento de los cantantes.
Sin embargo no siempre se llamó Marinera y al ser hoy su día dedicaremos unas líneas a recordar y precisar sus orígenes.
Durante los siglos XVII y XVIII, Lima se fue convirtiendo en el centro de irradiación cultural del continente. No sólo del Perú. Es así, que las modas, el lenguaje y los bailes adoptados en Lima eran difundidos en las otras posesiones españolas en América.
En este sentido, particularmente importante fue la evolución de la zamacueca, que ya para el siglo XVII estaba muy enraizada en Lima y que luego, fundamentalmente con la soldadesca  independentista, viajó llevando su ritmo y compás dando origen a la zamba en Argentina y la cueca en Bolivia y Chile. En el Perú, evolucionará para convertirse luego de varias mudanzas de nombre en marinera, la danza nacional. La Zamacueca mudo de nombre en Maicito, Zanguaraña,Polca de Cajón, Mozamala, y en el colmo de la generosidad, cuando ya se bailaba en Chile y regresaban de allá algunos aficionados al baile, se le llamó Chilena. Será el gran Abelardo Gamarra “El Tunante”, quien tras la ruina de la guerra del Pacífico, propone llamarle Huascarina, en homenaje al Monitor glorioso en que ofrendó su vida el peruano más grande de la historia, don Miguel Grau. El nombre Huascarina no tuvo pegada. Es así que el propio Tunante propone llamarle Marinera en homenaje a nuestra Marina de Guerra.
La marinera tuvo su origen en Lima y al difundirse por todo el país fue adoptando formas y características propias de cada región. Surgen así las marineras puneña, arequipeña, norteña, ayacuchana, etc.
La zamacueca primero y la marinera después, con su remate de resbalosa, han sido siempre la expresión mayor de la jarana. Eran y son su momento culminante, sobre todo cuando ya de madrugada y con la euforia del buen Pisco en el cuerpo, se bailaban una tras otra, entre palmas y vítores, al fondo de las casas limeñas. En la huerta, en su versión borrascosa, con el cómplice canto de los gallos, que anunciaban el amanecer, pero que también con su aviso daban coraje a los criollos para un último embate. Una arremetida de aquellas que don Ricardo Palma llamaría “la resurrección de la carne”.
Max Radiguet, un joven oficial de la marina francesa, llegó a Lima por primera vez para la Navidad de 1841. Era un agudo observador de las costumbres y la realidad y escribió una serie de artículos sobre su viaje entre 1844 y 1854 que se publicaron en diversas revistas francesas. Luego los amplió, corrigió y acopló para dar forma al libro Souvenirs de l’Amèrique Espagnole. La agudeza y buena prosa de Radiguet convierten a su texto en una de las mejores visiones de la Lima de mediados del siglo XIX.
En las primeras páginas narra su llegada al Perú por el puerto del Callao, donde luego de algunas observaciones, se topa con una jarana en la que se bailaba una resbalosa que lo impresiona:
“Jamás drama coreográfico alguno, había traducido tan enérgicamente los ardores insensatos del amor, como aquel que se ejecutaba bajo nuestros ojos.
(…) La acción tenía por intérpretes un negro y una zamba. El hombre, desnudo hasta la cintura, parecía orgulloso de su busto, donde se seguía el juego de sus músculos a través de una piel oscura y lisa, como esas piedras que la mar rueda hacia la ribera. La mujer llevaba un fustán muy adornado y coloreado de rojo y naranja; ella había dejado caer el chal de lana azul que estorbaba su pantomima, y su camisa sin mangas estaba apenas sujeta en los hombros por el lazo mal anudado de un pasador.
Habíamos llegado al desenlace de una resbalosa; tal nos pareció al menos ser el baile ejecutado. Tuvo lugar una pausa, durante la cual coristas y bailarines pidieron al licor plateado del Pisco, un aumento de energías y nuevas aspiraciones”.
En estas frenéticas jaranas, en Lima, está el origen de la Marinera.


jueves, 2 de octubre de 2014

Cultura, la gran ausente







La política cultural ha sido la gran ausente en esta campaña electoral. Sabemos de la importante e ineludible  responsabilidad de los gobiernos locales en desarrollar políticas culturales. Sabemos que toda la política y todas las medidas de gobierno debieran estar sincronizadas y entramadas en su  base con una sólida política cultural.
No existe desarrollo sostenible sin   crecimiento económico,  inclusión social y equilibrio medioambiental. A estos tres fundamentos hay que añadir como otro requisito sine qua non:  la cultura, ya que esta tiene que ver con el modo de ser y actuar de las poblaciones y no se puede hacer nada de espaldas a esta realidad.
Lamentablemente al parecer nuestros candidatos y sus equipos de plan de gobierno aún no lo comprenden, sólo así se puede comprender este lamentable vacío en sus propuestas.
El caso de Castañeda Lossio en esta materia es patético.  Encabeza las encuestas y probablemente resulte elegido y llegado ese momento vaya improvisando durante cuatro años sus “obras”.  En el tema cultural ya lo conocemos. En cuanto al patrimonio monumental sus ocho años como alcalde de Lima fueron de alto riesgo y nos puso al borde del abismo y a punto de perder la condición de patrimonio de la humanidad.
En cuanto a una política cultural simplemente carece de ella. La persona a cargo de esta área en su equipo es una ex corredora de inmuebles que lejos de trazar una política cultural que desarrolle y priorice sectores como patrimonio, creatividad, industrias culturales, arte y turismo cultural, confunde su labor con la de una mera activista y la Gerencia de Cultura marcha al ritmo de su oportunismo y estados de ánimo, amistades y enemistades. Ya la hemos sufrido. Lima está llamada por su tradición e historia a ser un referente cultural en esta parte del mundo y sin duda no merece tal ultraje.
En cuanto a Susana Villarán podemos decir que ha hecho algunos esfuerzos serios en este terreno. Y claro, luego del terrible vacío y la mediocridad del trabajo cultural de Castañeda su gestión reluce más. Los temas como su programa de Cultura Viva son destacables, sin embargo como es costumbre en la izquierda, todo termina al servicio de la ideología y lamentablemente este uso político de la cultura y termina por descalificar cualquier esfuerzo.
En los cuatro años de Susana Villarán  al frente de la Municipalidad Metropolitana de Lima hemos podido apreciar como la gerencia de cultura paso de tener cincuenta  trabajadores a tener más de trecientos. Lamentablemente este crecimiento de la planilla no se vio reflejado en un crecimiento de la labor cultural. Temas como la agenda gay y las políticas de género a veces fueron prioridades ideológicas que enturbiaron la gestión de la súper poblada gerencia.
Mención aparte merece Emilima, que ha hecho un buen trabajo en cuanto a la conservación del patrimonio monumental y urbanístico en el centro histórico.
Enrique Cornejo, el buen candidato del Apra,  ha guardado silencio y no ha revelado el más mínimo interés en el tema cultural.
Salvador Heresi tampoco ha incidido en el tema, es un político pragmático, sin embargo, a pesar que no ha mencionado el tema,  en cuanto a cultura su trabajo en San Miguel ha sido aceptable.
Fernán Altuve es un hombre brillante y debemos suponer que se ha preocupado del tema, sin embargo no lo ha expresado en la campaña, salvo en una ocasión que manifestó su interés en debatir con Heresi y entre los temas que propuso mencionó la política cultural.
Alberto Sánchez Aizcorbe es tal vez el más articulado de los candidatos, como arquitecto conoce el manejo urbanístico, tiene la interesante propuesta de los parques biblioteca, pero  no ha profundizado en su visión de política cultural durante la campaña.
Los demás candidatos que prácticamente hacen papel de extras en el proceso electoral, lamentablemente  tampoco han desarrollado propuestas culturales.