José Carlos Mariátegui, el autodidacta socialista autor de
los “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, produjo casi la
totalidad de su profusa obra entre 1923 y 1930, es decir a lo largo de los
últimos siete años de su vida, teniendo ello un gran mérito si se tiene en
cuenta su estado de salud.
Pero, si bien escribió mucho en estos años, no todo en este
período es academicismo, pues en octubre de1928 se lanza a la aventura de
formar el Partido Obrero y Campesino Socialista del Perú, para cuyo Comité
Organizador es elegido como Secretario General.
No tardarán en surgir enconadas luchas internas, que
decepcionarán a Mariátegui: de un lado estarán los partidario y de otro los
opositores de afiliarse a la Internacional Comunista.
En medio de esta lucha muere Mariátegui en 1930, no sin
antes – según Miroshevski – dar la razón a la Internacional Comunista, cuando
se refiere al Partido Obrero y Campesino Socialista del Perú como un paso
erróneo y peligroso. Es decir, Mariátegui muere desilusionado de la política,
luego de su distanciamiento de Haya en 1928 y los insuperables problemas de su
naciente partido.
Después de su muerte, la lucha al interior del partido
concluirá con su división y la aparición del Partido Comunista, fiel a la
Internacional y a las figuras de Lenin y Stalin. Esta será la primera división
del comunismo peruano, que llegará hasta la atomización de hoy, en un
variopinto archipiélago de mini partidos.
Frente a esto, frente a su temprana muerte, cabe preguntarse
por la verdadera posición de Mariátegui. ¿Cómo entendió al Perú? ¿Cuál es su
verdadera herencia? ¿Fue finalmente un intelectual o un político? Basadre
intenta una respuesta “Su posición no es
pues la de un intelectual propiamente dicho (…) La posición de Mariátegui es la
de un agitador, está llena de proselitismo. Se sabía siempre a dónde iban a
parar sus reflexiones, como en las películas yanquis se sabe que todo termina
en boda: es la posición de un hombre de respuestas”.
Este resuelto dogmatismo de Mariátegui es el que lo lleva a
marcar sus diferencias irreductiblemente. Ya sea con Víctor Andrés Belaunde
defensor del punto de vista social
católico o con Haya de la Torre de quien desde 1928 ya mantiene distancia
debido a sus diferencias en cuanto a la concepción del partido, el país y la
revolución.
También tendrá diferencias con relación al comunismo
internacional, negando la hegemonía del proletariado en la revolución y
afirmando en “El alma matinal” que “… una revolución es siempre la obra de una
élite, de un equipo, de una falange de hombres heroicos y superiores”.
Todos estos enfrentamientos marcan a Mariátegui, revisando
su epistolario es fácil percibir su incomodidad en Lima. En carta a Samuel
Glusberg de junio de 1929, señala: “… se
apodera de mí con urgencia el deseo
urgente de respirar la atmosfera de un país más libre. Si no me apresuro a
satisfacerlo es más que por mi invalidez física, de la que todavía no me he
curado en lo posible, por no dar la impresión de que abandono cansado y vencido,
mi lucha.”
Siguiendo su epistolario se detecta más sobre su hastío del
Perú, de los peruanos y de la política. Quiere irse a Buenos Aires y dedicarse
a la literatura. Quiere escribir novela. En diciembre del 29 ya tiene todo
preparado para partir, desde su problema económico resuelto por unas
publicaciones que le consigue Glusberg, hasta el colegio de sus hijos.
Creemos que a partir de estas definiciones Mariátegui recién
establecía su sendero. Un sendero por el que no llegó a transitar.
Su temprana muerte en abril de 1930, nos privó de ver la que
sería su interesante evolución abandonando el país y la política para dedicarse
a la literatura. Tal vez no sería hoy el ícono de las izquierdas peruanas.
Hacia el final de sus días José Carlos Mariátegui dijo que
las vidas eran como flechas y que la suya no había llegado al blanco.
¿Cuál es ese sendero que Mariátegui jamás anduvo? ¿Verdaderamente
como creemos dejaría el activismo y el ensayo por la ficción literaria? ¿Cuál
sería su inalcanzado blanco? Nos dejó además de estas incertidumbres su
prolífica obra.
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