Albert Camus en su obra “Los
justos” aborda el tema del terrorismo. Nos sitúa en 1905 en la Rusia Zarista,
en la que el Partido Socialista Revolucionario ha decidido asesinar al Gran
Duque Sergio, tío del Zar. Tres terroristas, tres personalidades y tres formas
de entender la vida será el telón de fondo sobre el que Camus reflexionará
sobre el terrorismo y criterios como justicia, amor, terror, vida y muerte. En
el Perú hemos sufrido el terror. Una generación de peruanos fue marcada por esa
ideología de odio y su barbarie. Caben algunas reflexiones a partir de los
personajes de la ficción de Camus.
Cada uno de los terroristas que
presenta justifica su militancia y su accionar desde distinta óptica. Iván
Kaliayev dice que ha entrado a la revolución, a la práctica terrorista porque
“ama la vida”. Feodorov, señala que él “no ama la vida sino la justicia y que
la justicia está por encima de la vida”. Dora Doulebov, la tercera, se define
con frialdad: “Nosotros somos los justos. Henos aquí condenados a ser más
grandes que nosotros mismos”.
Kaliayev, el que ama la vida, es
el designado para tirar la bomba al paso de la carroza del Gran Duque, llegado
el momento no se atreve ah hacerlo. Dos niños, los sobrinos del Duque venían
con él. Finalmente dos días más tarde el crimen es consumado y Kaliayev llevado
a prisión.
La obra está basada en hechos
reales y a través de la pluma de Camus es posible adentrarse en la psicología
del terrorista, en las motivaciones que pueden impulsar a un hombre a abrazar
doctrinas y prácticas terroristas.
A lo largo de la obra se van a
presentar y configurar ante nuestros ojos tres tipologías, tres modos de ver el
mundo, tres actitudes vitales con relación al terrorismo.
Kaliayev, el primero de los tres,
presenta una tipología interesante a la vez que contradictoria, es terrorista
porque ama la vida. Entre nosotros no faltan quienes en nombre de la vida se
hacen aliados del terror. Ese nunca fue el caso de los que tomaron las armas
para destruir el Perú, ellos nunca declararon amar la vida. Es más bien el caso
de muchas de nuestras organizaciones de derechos humanos, organizaciones
políticas de izquierda y sus representantes, los que lejos de velar por una
verdadera y auténtica defensa de la vida, de la persona humana como ser
portador de una dignidad, de la vida en si como un don preciado; se convierten
en aliados cuando no en defensores de los terroristas. Todo esto por su “amor
por la vida”.
La posición de Feodorov define
una tipología más acorde con la lógica revolucionaria: la justicia importa más
que la vida. Es cierto que para el terrorista muchas cosas valen más que la
vida. Lo cierto es que esta tipología también está presente entre nosotros. Es
la de amplios sectores de la intelectualidad de izquierda, la del liberalismo
progresista, que desde la comodidad del gabinete, desde la seguridad de
bibliotecas y universidades, cuando no desde los mismísimos Estados Unidos
donde viven a cuerpo de rey de becas y subvenciones, y al calor de un café,
hacen gala de su capacidad de comprender “la lucha popular”. Esta es gente
aburguesada que nunca tomará un arma. Pero son y fueron valiosos aliados del
terror. En su momento fueron de gran utilidad para Sendero Luminoso y el MRTA,
Hoy son los tontos útiles del MOVADEF.
Dora Doulebov define la tipología
del terrorista, la irracionalidad del senderista. Tipología mesiánica. “… henos
aquí condenados a ser más grandes que nosotros mismos…”, se percibe casi un
sentido de fatum, de destino trágico, de mito. Es fácil trazar la línea de
influencia de Sorel – a través de Mariátegui – en lo que a la mitificación del
socialismo respecta y en el lenguaje místico violentista que siempre
caracterizó al senderismo.
Lo cierto es que los tres
personajes que configuran tres tipologías componen como cristales de un trágico
vitral el cuadro dramático del terror y sus aliados.
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