En términos ideológicos hace
tiempo que el Perú marcha a la deriva. La deriva de la indefinición, del desorden,
la indiferencia y el relativismo. Y este es el terreno más fértil para las
izquierdas. Por ello urge sentar las bases del surgimiento de una nueva
derecha. Derecha en el sentido tradicional del término. Una derecha pensante,
con fundamento, no sólo definida por la negación de los desvaríos de la izquierda,
sino que aporte ideológicamente al debate.
Hay que superar aquel viejo
cliché que pretende identificar a la derecha con el capital, con la explotación
y el mantenimiento de un statu quo de injusticia. Muy por el contrario, la nueva
derecha del siglo XXI debe, con sólidas bases en un pensamiento tradicional, ser
la que defienda valores y principios trascendentes e irrenunciables, como la
vida, la libertad y la dignidad de las personas. Una derecha que defienda a la persona y la familia como sustento y base de
la sociedad, el bien común como fin último de la política y el estado y la
propiedad, entendida esta como una prolongación de la libertad.
La lucha se ha de dar en todos
los frentes pero fundamentalmente en el ideológico. Hay que repensar el Perú
desde la sana doctrina.
En las últimas décadas hemos
asistido pasivamente a un fenómeno que llamaremos de subversión semántica, el
cual ha consistido en vaciar las definiciones o las palabras de su verdadero
significado y darles otro. De manera que en el tiempo la gente empieza a creer
que sigue un concepto o principio y en
la práctica está siguiendo el contrario. La neolengua orweliana se queda corta
ante este atropello de los políticamente correctos (léase izquierdistas), que
no contentos con haber pretendido convertirse en dueños de la ética, de lo correcto,
de la cultura, ahora nos quieren imponer un lenguaje.
Es así que bajo la etiqueta de
dignidad o de derecho humano, se esconden muchos principios que en la práctica
degradan al ser humano o precisamente le secuestran su dignidad. Hay casos muy
evidentes como cuando se habla de interrupción del embarazo para no decir
aborto, o de luchadores sociales o guerrilleros para no decir terroristas, o
matrimonio igualitario para no decir matrimonio entre homosexuales. Un caso lamentable es el de la llamada Teología de la Liberación. En que muchas personas de buena fe siguen las banderas del marxismo mientras creen seguir a Cristo.
Es en este terreno en que debemos
librar una primera batalla llamando a las cosas por su nombre. Dejando de lado
los maquillajes revolucionarios. Uno de los cimientos de la nueva derecha debe
ser la verdad. Introducir en la política el arte de las definiciones. Así, serán
firmes los pasos. Así la gente sabrá que elegir. Hablemos con la verdad, que la
verdad nos hará libres.
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